Cortamos las cebolla y aplastamos los dientes de ajo.
En una fuente grande colocamos el conejo, lo salpimentamos y lo frotamos con la mano: para que tanto la sal como la pimienta lo impregnen bien.
Añadimos la cebolla, el ajo, el romero troceado y las bayas de enebro (no recomiendo sobrepasar la cantidad de las bayas que indico).
Removemos, tapamos la fuente con film transparente y dejamos macerando 1 hora.
En una sartén añadimos el aceite de oliva y, a fuego alto, doramos los trozos de conejo por los dos lados (antes procura quitar de los trozos la cebolla y las especias que se le han pegado). Lo reservamos en una fuente.
En la misma sartén añadimos la mantequilla y doramos durante unos 4 minutos, a fuego medio-alto, la cebolla con las especias.
Devolvemos el conejo a la sartén, junto con la cebolla, y añadimos el vino.
Guisamos el conejo al romero a fuego suave durante unos 40-50 minutos o hasta que esté tierno y suave.
Como mi conejo era casero (nos lo han vuelto a regalar nuestros caseros, ¡Gracias Aurora y Berto!), lo estuve guisando durante una hora y cuarto.
No hay que olvidarse de dar la vuelta a la carne. Si ves que el liquido se evapora demasiado, añade un poco de agua: para que puedas disfrutar de esa salsita deliciosa que se forma.