Lava el calabacín y cortalo en rodajas de 2-3 mm de grosor.
En una sartén seca, sin aceite, tueste a fuego medio el sésamo. Cuando empieza a saltar y hacer el característico ruido entonces ya está. Apártalo del fuego.
Pela y pica finamente el ajo y el jengibre.
En una sartén, a fuego alto, calentamos un chorro de aceite. Cuando empiece a echar humo, echa el ajo con jengibre, remueve una vez y rápidamente añade el calabacín.
Hay que actuar rápido, para que no se te queme el ajo. Tenga el calabacín a mano.
Aquí, en esta entrada, explico el porqué de hacer humear el aceite.
Saltea el calabacín 1 minuto y añade 1 cucharada de salsa de judías negras o 1 cucharada de salsa de ostras (abajo doy explicación sobre estas salsas).
Siga salteando, a fuego alto, durante unos 4 minutos o hasta que el calabacín se ablande un poco. Coge un trocito de calabacín por un extremo: si ves que se dobla, entonces ya está.
Adereza con aceite de sésamo y salsa de soja. Remueve.